sábado, 8 de febrero de 2014

El libro del blog

Adulado por los elogios, empujado por el entusiasmo y convencido de la buena fe de algunos amigos que me animaban a hacerlo, me he dejado liar y, al final, me he embarcado en la tarea de darle formato de libro a esta recopilación de imágenes y reflexiones que en este tiempo he ido haciendo del viaje a la India y Nepal. Lo cierto es que ahora estoy contento de haber afrontado el reto porque, aunque peque de inmodestia, tengo que decir que estoy muy satisfecho del resultado. 

El coste final dependerá de la cantidad de ejemplares que se publiquen pero, aproximadamente, el precio de un ejemplar (son unas 100 páginas) con la cubierta en rústica será de treinta y pocos euros, mientras que el acabado con cubierta acolchada y dura lo encarecerá en cinco o seis euros más (en la columna derecha del blog hay un formulario para la gente que esté interesada).

miércoles, 29 de enero de 2014

Jaipur, del color de la puesta de sol

Jaipur es una ciudad en el estado de Rajastán que tiene alrededor de 3 millones de habitantes con mucha historia y muchas cosas que ver. Uno de sus atractivos es el sobrenombre. Se le llama la ciudad rosa porque dicen que tiene el mismo tono que la puesta de sol en otoño y buena parte de sus edificios, aunque se nota que desde hace tiempo,  están pintados de este color. Fue fundada en 1728 por el maharajá Sawai Jai Singh y en principio se ubicó en lo que ahora es el fuerte Amber. Jai Singh II, gran aficionado a las ciencias y sobre todo a la astronomía, desplazó la ciudad desde la fortificada Amber hasta la ubicación actual. Existe un llamativo observatorio construido por él.

Jaipur tiene una serie de activos importantes, como el Palacio de los Vientos (Hawa Mahal), que formaba parte del Palacio de la Ciudad y su función original era la de permitir a las mujeres reales observar la vida cotidiana de la calle sin ser vistas. El palacio tiene cinco pisos y la fachada 953 ventanas pequeñas. El viento que circulaba a través de ellas permitía que el recinto se mantuviera fresco incluso en verano. Eso fue lo que proporcionó el nombre al palacio. El Hawa Mahal está considerado como el máximo exponente de la arquitectura Rajput y se ha convertido en el símbolo de Jaipur. Además del Palacio de los Vientos, es obligatorio subir al Fuerte Amber en elefante (es un complejo palaciego a 11 km de Jaipur), acercarse al observatorio astronómico de Jai Sing (Hantar Mantar), declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, visitar el Palacio de la Ciudad (en una parte del palacio en la actualidad se encuentra un museo pero la mayor parte del palacio todavía es una residencia real) y observar desde la orilla del lago el Jal Mahal (Palacio del Agua), al que no se puede acceder. La otra obligación importante en cualquier visita a Jaipur es callejear. Sus rincones están llenos de actividad, de vida y de sorpresas.

Entre brahmanes y santones


Para la mayoría de los que estamos distantes de las culturas orientales, hablar de gurús, de santones o de brahmanes viene a ser lo mismo. No vemos la diferencia. Pensamos en personas especiales a las que se concede una autoridad moral y que tienen capacidad para ejercer un liderazgo religioso o pseudoreligioso, pero podríamos meterlos sin demasiados problemas a todos en el mismo saco. En conjunto vendrían a ser los voceros de la doctrina, los más sabios, los predicadores de la fe, los apóstoles dentro de una religión como el hinduismo.

Pero, una vez que te acercas, la cosa tiene sus matices. Dentro del sistema de castas que rige la sociedad india, los brahmanes son la casta superior, el vértice más alto de la pirámide. Son los sacerdotes, los maestros, los que marcan las directrices del quehacer social, los sabios, los que indican a los demás el camino a seguir. Dicen ser portadores del mismo Brahman, el poder sagrado que sostiene el universo.

En la vida de cualquier hindú hay varias fases, la cuarta fase, después de estudiar, ser padre y peregrino, es el ascetismo. El término sadhu, o santón, hace referencia a místicos, ascetas, practicantes de yoga y monjes que llamados por un gurú (maestro), se marginan de la sociedad. Se desentienden de todos los lazos familiares, renuncian a su mujer e hijos, a sus propiedades, a su nombre, a los dioses familiares, a la ropa del hombre normal, no tienen posesiones y reducen sus necesidades al mínimo de supervivencia para concentrarse en alcanzar una realidad más elevada. No vuelven a cortarse la cabellera ni la barba y dependen de la caridad de los demás pues no pueden trabajar. Las donaciones que les hacen son consideradas como “ofrendas a los dioses”, que favorecen la acumulación de buen karma.

Los sadhus son respetados como hombres sagrados, a los que se les atribuyen una sabiduría y unos poderes sobrenaturales. Excluyen toda clase de pensamientos o deseos de odio, de violencia o sexuales. Se va a vivir a la selva, en cuevas o a las montañas y se alimentan de hierbas y raíces. Algunos se quedan deambulando por aldeas y ciudades, viviendo de limosnas. Unos pocos se marchan, viajan a Occidente convertidos en gurús, en predicadores y en fundadores de sectas. En total se calcula que son unos 11 millones de personas. La práctica totalidad de los santones son varones. Se habla de que un 10% son mujeres, llamadas sadhvis, que generalmente toman este camino después de enviudar, pues es casi la única manera de escapar a la muerte en vida a la que son condenadas por la sociedad.

También hay falsos sadhus. Es relativamente frecuente encontrar en los sitios turísticos santones semidesnudos y pintados como actores. Tienen otro aspecto, incluso otra expresión y su atuendo es mucho menos austero. Les gusta llamar la atención. Se exhiben públicamente para que los curiosos les miren, les fotografíen y les den algún dinero. 

domingo, 15 de diciembre de 2013

Indira Gandhi y los sijs



Aparte de su religión, que reniega de las castas y de la adoración de imágenes, los sijs, que son unos 30 millones en el mundo y mayoritarios en el estado de Punjab, tienen suficientes signos externos de identidad como para no pasar desapercibidos. Llaman la atención por  su corpulencia, son altos y fuertes, por su mirada penetrante, por sus grandes turbantes y porque no se cortan el pelo. Están obligados a respetar la regla de las cinco K: no cortarse la barba ni el pelo (kes), llevar siempre pantalones cortos (kach), una pulsera para protegerse del demonio (kara), un puñal (kanda) y un peine (kanga). 


En un viaje como éste siempre surgen oportunidades de distinto tipo para hacer continuas referencias a los sijs y relacionarlos con Indira Gandhi. El nombre de la Primera Ministra ha estado circulando de boca en boca entre nosotros, especialmente durante nuestra visita a Amritsar, al noroeste del país, mientras pasaba de mano en mano El Sari Rojo, el libro de Javier Moro que desentraña la vida de su nuera, Sonia Gandhi.

Aunque las cosas estén cambiando mínimamente, en la India el nacimiento de una hija se recibe con tristeza o cuando menos sin alborozo. Una chica es una carga, no un alivio. Hay que hacer un esfuerzo para imaginarse lo que habrá supuesto en su momento para un país tan tradicional la elección de Indira Gandhi como primera ministra. Indira, hija de Nehru, uno de los líderes independentistas que lucharon contra el dominio colonial británico, estudió en algunas de las mejores universidades europeas y ya era en los años cincuenta la mujer más influyente en la India. En 1966 fue elegida por el Parlamento indio como nueva primera ministra, un hecho histórico que conmocionó a la sociedad hindú y al resto del continente asiático.

Consiguió darle un empujón al desarrollo de su país en su lucha contra la pobreza y actuó con mano dura contra la corrupción. Tras una grave sequía que provocó gran hambruna en el país, en 1977 decidió convocar elecciones, de las que salió derrotada e incluso tuvo que pasar unos meses en la cárcel, acusada de abuso de poder. En 1980 gana de nuevo las elecciones y logra colocar a la India entre las quince naciones más poderosas del mundo. Su papel de líder de los países del Tercer Mundo hace que la nombren presidenta del Movimiento de Países no Alineados.





Dentro de su país, Indira tuvo que luchar intensamente contra el avance del nacionalismo sij, que perseguía la independencia del Punjab para crear un nuevo país al que se llamaría Khalistan. En la operación militar Blue Star, Indira acorraló a los nacionalistas en el Templo Dorado de Amritsar y la batalla terminó con una gran matanza, cientos de civiles muertos y graves daños al templo sagrado de los sijs.

Los sijs jamás perdonaron a Indira. Tras haberse librado de dos atentados, fue asesinada tres meses después de su reelección en 1984. Murió en su casa acribillada por 31 impactos de bala de dos sijs que velaban por su seguridad y pertenecían a su guardia.


martes, 26 de noviembre de 2013

Khajuraho: Sexo por todo lo alto




Aunque podemos encontrar algunas raras excepciones en los templos católicos, los occidentales no estamos acostumbrados a contemplar escenas eróticas en las iglesias o en los conventos. Sin embargo, en Khajuraho, esta pequeña población india del estado de Madhya Pradesh, se pueden contar hasta 22 templos que, en perfecto estado de conservación, airean sin recato a los cuatro vientos sus paredes repletas de retablos de alto contenido erótico, orgías de diverso tipo, sexo explícito en grupo y un amplio surtido de escenas de zoofilia.

Hay esculturas de diverso tipo, con dibujos de carácter geométrico o florales, con pasajes cotidianos de la vida cortesana, con figuras de animales o con imágenes de dioses, pero por cantidad y osadía sobresalen notoriamente aquellas que representan figuras femeninas en actitudes y poses eróticas o los grupos escultóricos con imágenes sexuales de parejas o de grupos.


Los indios son enormemente recatados con todo lo referente al sexo. Por eso sorprenden todavía más estos templos con imágenes atrevidas de sexo explícito, con parejas, tríos o grupos enzarzados en tareas amatorias de diversa índole desde todos los ángulos y en todas las posturas acrobáticas imaginables o con provocativas bailarinas que muestran abiertamente una sexualidad descarnada. Se desconocen realmente las razones por las que se optó en su momento por esta decoración, que podría considerarse perversa y ser objeto de censura en muchos países, en los templos de Khajuraho. Hay gente que piensa que se hizo por motivos didácticos, una especie de universidad del sexo para los jóvenes de la época. Otros dicen que es una imposición que se debe a una revelación divina. Fueran cuales fueran las razones, lo cierto es que los templos del amor de Khajuraho son espectaculares y únicos en el mundo.



Los templos corresponden al período álgido de la dinastía Chandela (siglos X y XI). Durante más de 700 años permanecieron sepultados por la maleza y perdidos para la humanidad, hasta que un capitán del ejército británico los redescubrió en 1838. Fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1986.

Hay templos jainistas (en el lado este) e hinduistas (en el oeste), pero la construcción es prácticamente idéntica, realizada en piedra arenisca sobre plataformas elevadas, con paredes recubiertas de tallas eróticas y cúpulas rematadas con una gran torre (shikara) que simboliza el monte Kaliasha, la montaña cósmica, por lo que se reconocen con ese nombre, los Templos de la Montaña Cósmica.


Al menos en uno de los templos del lado este se sigue practicando el culto. Se puede visitar igualmente, pero con la condición de hacerlo sin llevar nada de piel. Los jainistas son vegetarianos estrictos y terriblemente escrupulosos con lo del respeto a los animales. Muchos de ellos llegan al extremo de llevar mascarillas para evitar tragarse por error algún pequeño insecto.

lunes, 25 de noviembre de 2013

La historia de la diosa-niña


Kumari Ghar, el santuario de la diosa-niña

Somos muchos los mortales a los que los dioses nos quedan demasiado grandes, nos desbordan, no logramos abarcarlos. Si, además, a quien nos mandan adorar es a un humano, que está vivo y es un niño, entonces la cosa se nos atraganta todavía un poco más. Ni la fe ni la inteligencia consiguen llevarnos tan lejos. Pues bien, en Nepal adoran con fervor a una niña diosa. Esa diosa viviente del hinduismo nepalí es la diosa Kumari, que literalmente significa virgen o pura. En realidad hay varias diosas Kumari en Nepal, pero ésta de Kathmandú es la más conocida, la que tiene más fama, por eso es llamada Kumari Devi, la diosa real. 


Plaza de Basantapur en Kathmandú, donde se encuentra el palacio de la diosa-niña
A los cuatro o cinco años se elige a esta niña para convertirla en diosa entre una serie de candidatas, siempre de la casta Shakya. Las aspirantes tienen que reunir 32 atributos de perfección y de belleza, que están ya recogidos desde el siglo XVIII. Entre ellos, haber nacido bajo la luna de abril, tener la piel blanca, poseer toda la dentadura y no tener cicatrices, imperfecciones ni rasguños. Que no hayan derramado ni una gota de sangre parece ser lo más importante, pero también, y mucho, que sean valientes. Tienen que pasar la noche en una estancia llena de sangrantes cabezas de búfalo iluminadas con velas. Los monjes tratan de asustarlas ataviados con hábitos fantasmagóricos y máscaras para que dejen ver si tienen miedo. La que demuestre más entereza será la elegida. A partir de ahí se le separará de su familia y se irá a vivir al Kumari Ghar, el santuario de la diosa niña en Basantapur, la plaza del centro histórico de Kathmandú. La diosa Taleju se reencarnará dentro de ella y vivirá en su cuerpo hasta que la niña se haga sangre o tenga la primera menstruación. En ese momento la diosa abandona el cuerpo de la Kumari, que nuevamente recupera su normal estado terrenal, pierde su estatus de diosa y, como todas las jóvenes, invertirá buena parte de su tiempo en tratar de casarse, lo que no siempre es fácil, ya que la leyenda dice que el varón que la despose será desgraciado. 

A la ventana central se asoma la Kumari a saludar

La diosa niña no puede ser tocada por nadie, se alimenta con comida pura, especialmente preparada para ella y bendecida.  Sólo un día al año abandona el palacio. Lo hace para asistir al festival Indra Jaatra. La diosa-niña es llevada hasta la máxima autoridad del país y le otorga su bendición.

Es complicado poder verla pero, la suerte ha jugado a nuestro lado y hemos podido estar con la Kumari de Kathmandú en el santuario de Basantapur, aunque está totalmente prohibido fotografiarla. Nos han permitido acceder al pequeño patio con ventanas y puertas de madera oscura y hemos sido testigos de la salida de las niñas que los monjes llevan al Kumari Ghar para que hagan compañía y jueguen con la diosa-niña. Poco después, con cara de indiferencia y gesto aburrido, ha salido la Kumari durante un par de minutos a la ventana. Resignada, se ha mantenido ese tiempo inexpresiva, sin un gesto de cercanía, sin sorprenderse, cumpliendo inmutable su papel de diosa, para desaparecer de nuevo al cabo del rato. Podemos decir que hemos tenido suerte. Aunque no nos haya sonreído, hemos estado con una diosa.  


domingo, 10 de noviembre de 2013

Tropezarse con la mirada de Buda





Y de repente, al doblar un recodo, ante nosotros, como surgida majestuosamente de la nada, la enorme estupa de Bodhanath, considerada una de las más grandes del mundo. Una plaza gigantesca ocupada en su totalidad por un monumento colosal o una estupa grandiosa que ha generado un templo de fervor en la plaza. Estupor, expectación, rostros y actitudes paralizados, gestos absortos ante la mirada penetrante de Buda que desde las alturas escudriña los cuatro puntos cardinales. Los disparos de las cámaras y los flashes interrumpen la pureza del instante. Miles de personas circunvalan ordenadamente el corazón del budismo tibetano en Kathmandú. Una rueda humana mueve el fervor creyente de manera continua. A pesar de la distancia que me separa de los credos religiosos, noto cómo los ojos de Buda tratan de arañarme al alma.




Pasado el primer momento, se puede disfrutar con intensidad del misticismo que gira en torno al gran dios que todo lo ve, se puede palpar el ritmo acompasado de las vidas errantes dando vueltas insistentemente alrededor del más allá. Un gran cono central, una inmensa estupa dirige los movimientos de los fieles, de los penitentes y de los devotos que giran y giran en este singular templo callejero. Una súplica circular pide fervorosamente al todopoderoso dios del tiempo el regalo imposible de la eternidad. La gran rueda de la vida no parará de dar vueltas hasta terminar atrapándonos a todos.