viernes, 20 de septiembre de 2013

Benarés, un bullicio sagrado que aturde





Varanasi (Benarés) es uno de los puntos críticos de la India. Difícil de describir pero impactante como ningún otro, es el lugar de la fe, la antesala del paraíso, una de las siete ciudades sagradas del hinduísmo y posiblemente una de las más antiguas del mundo. Aquí, además, llegó Buda hace 25 siglos. Después, múltiples invasiones musulmanas arrasaron una y otra vez los templos sagrados para imponer sus mezquitas. Aquí, en el siglo XV, Tulsi Das tradujo el Ramayana del sánscrito al hindi, lo que se considera el renacimiento de la cultura hindú. Aquí, miles de peregrinos llegan durante todo el año para realizar sus ritos de purificación que les permitirán alcanzar el paraíso y para entregar sus ofrendas al dios sol. Muchos de ellos son personas moribundas que pasan sus últimos días en las escalinatas de mármol a orillas del Ganges (gaths), deseando que les llegue la muerte en la ciudad santa para poder romper el ciclo de las reencarnaciones y ascender al cielo.











Benarés fascina y aturde. Benarés es una ciudad desbordada, rebosante de peregrinos esperanzados, quimérica, excesiva, repleta de emociones y totalmente inabarcable para el que no la vive de cerca. Varanasi le queda grande a todo el que es ajeno. Un bullicio sagrado permanente, un paraíso complicado de compartir y unas callejuelas laberínticas y alocadas proporcionan a "la ciudad de la luz" ese magnetismo feroz que la caracteriza y a la vez la hace extraña para el intruso. Intensamente cargadas de mendigos y de brahmanes, de ofrendas y de moribundos, con olores intensos a dioses, a carne quemada, a templos, a altares y a excrementos de vaca sagrada, las místicas orillas del Ganges paralizan sin compasión al visitante, al tiempo que esperan pacientes el momento para acoger en su lecho eterno las cenizas infinitas de la muerte y darles vida. 





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