En muchos lugares de la India ya están motorizados, pero en Varanasi, en Amritsar o en Jaipur, por ejemplo, todavía abundan. Realmente algo te amarga las tripas al coger un rickshaw de los de verdad, de los de tracción animal, de los que mueven las piernas de un tipo harapiento y escuálido que no se atreve ni a mirarte a la cara. Los empujan a golpe de pedal los más desfavorecidos, esos intocables que resultan invisibles a los ojos de otras castas. Para estos hombres el rickshaw no solamente es su actividad, su medio de vida, su trabajo, su sustento, en muchos casos esa bicicleta vieja y destartalada es su único hogar. En ella pasan el día, en ella comen y en ella duermen. Están permanentemente a la espera de que alguien les compre el esfuerzo inhumano por unas pocas rupias.
Puede parecer muy “typical” pero es verdaderamente humillante observar desde la altura del sillón privilegiado cómo el hombre se retuerce, cómo se muere sobre el pedal, cómo se le revientan los gemelos para conseguir mover el peso del vehículo con dos, tres o cuatro pasajeros cuando el camino se empina y cómo se baja con habilidad felina para continuar la carrera impulsando el triciclo con las manos cuando ya las piernas no son capaces de seguir un paso más.
En Varanasi cogimos rickshaws. Nosotros sí los vemos, nosotros si vamos con el corazón encogido observando el esfuerzo titánico que realizan, nosotros no podemos evitar ser conscientes de cómo culebrea, cómo se le empapa la espalda, cómo traga saliva, cómo se le rompen a cachos los riñones. Hay que refugiarse para vivir este dolor, justificarse para servirse de ellos, para utilizarlos. Y una razón de peso es tener la oportunidad de darles unas monedas, ser conscientes de que nuestro abuso les va a permitir comer otro día. Algunos lo tienen muy difícil. Los años no perdonan. La gente rechaza a los mayores porque, como los animales viejos, ya no valen para hacer el trabajo que hacían. Pero ellos no cejan. Se colocan en las zonas sin desniveles esperando que alguien despistado no se fije en sus canas y les contrate. Si fallan el cliente les insultará y no tendrán derecho ni a una moneda. Si ganan será una carrera robada que le permitirá comer un día más. Y así hasta el final. Muchos de ellos morirán en el rickshaw.